Presentación de mi novela Lejos de toda esa gente con ideas

El acto tuvo lugar en el Centro Artístico Literario y Científico de Granada el 9 de mayo de este año 2023. La presentación transcurrió como acostumbra el protocolo: una diminuta introducción del responsable de cultura del CALC, y a continuación primero intervino el editor, luego la presentadora propiamente, y al fin leí unos cortos párrafos significativos para que los presentes hicieran cata del contenido narrativo. Las palabras de Alejandro Santiago, editor de Nazarí fueron las siguientes:

Presentación del editor Alejandro Santiago

Buenas tardes, soy Alejandro Santiago, editor de Editorial Nazarí, como la mayoría bien sabéis, y quiero daros la bienvenida a la presentación de Lejos de toda esa gente con ideas, última novela de Miguel Arnas Coronado. Me vais a permitir que os tutee, ya nos conocemos, a mí me gusta alejarme de los formalismos y hacer los actos más cercanos. Muchas gracias por acompañarnos, sin vosotros esto no tendría sentido.

Quiero agradecer al Centro Artístico, Literario y Científico de Granada su buena acogida, como siempre, y la predisposición para ceder sus instalaciones para este acto, y a todo el personal implicado en que esto salga adelante con las mayores facilidades y comodidades posibles.

Hace apenas una semana terminó la locura, bendita locura de la Feria del Libro. Es una gran fiesta para lectores y escritores, también para libreros y editores, pero os aseguro que también es un gran esfuerzo que consume mucha energía. Terminada la feria, parece que los editores entramos en depresión laboral, parece que se ha cerrado una etapa muy estresante en la que hemos conseguido llegar a publicar todo lo que queríamos que tuviera visibilidad para la feria. Eso incluye la edición de este libro, ‘Lejos de toda esa gente con ideas’. Durante la feria nos olvidamos de corregir, maquetar, diseñar, de ISBNs y demás. Pero mayo nos devuelve a la vida con presentaciones de libros que aún no se han realizado o que hay que seguir presentando. Y creo que son las presentaciones de mayo, estas que se preparan con más calma y con menos cosas en la cabeza, las que más se disfrutan. Ya no estás pensando en correcciones, cómo irá la portada, los plazos de la imprenta, si has entregado los libros del depósito legal… Mayo es distinto, es la antesala a un verano donde la mayoría de editores podemos leer por placer y hablar con los amigos sobre libros con el piloto del trabajo apagado. Y, Miguel, yo voy a hablar con los amigos de tu libro. Como te dije, es el que más me ha gustado de los que te he leído. Y lo digo en mayo, más relajado que de costumbre. Ahora después me espabilo y os pido lo habitual, que leáis y compréis libros, pero necesitaba hacer esta reflexión y anunciar a Miguel que hoy he venido a disfrutar de la charla relajadamente. Así que le traslado la presión de encandilar a los presentes al escritor.

Juan Chirveches, responsable de literatura del CALC, haciendo la breve introducción

Pero antes de eso, debo agradecer a Marina Tapia que haya querido acompañarnos en la presentación de este libro. La conocéis sobradamente, pero eso no significa que no haya que presentarla. Poeta, artista plástica y divulgadora cultural nacida en Chile, aunque ya lleva la mitad de su vida en España. La conocí en 2013, cuando publicó en Editorial Nazarí el poemario El relámpago en la habitación, al que siguieron otros muchos poemarios, el último se titula Corteza, editado con Elenvés Editoras con el que también participó en la Feria del Libro de Granada. ¡Bendita feria, que nos ofrece todo a la vez en el mismo sitio! Si no podemos llegar a todo, al menos sí nos llega la información y podemos posteriormente disfrutar de los libros, que no caducan. Ganadora de numerosos premios, traducida al griego y al portugués. Estoy seguro de que vamos a disfrutar de las palabras de Marina sobre Miguel y su novela. Muchas gracias, Marina, por acompañarnos hoy.

A Miguel Arnas Coronado tampoco lo tengo que presentar, principalmente porque habéis venido a verle y escucharle y no a mí, pero igualmente os mencionaré que lo conozco también más o menos por las mismas fechas, también le publiqué en 2014 Ashaverus el libidinoso, al año siguiente Nos, y estoy enormemente agradecido de que vuelva a confiar en mi trabajo para publicar una nueva novela. Cuenta con otros títulos publicados, como El árbol, Buscar o no buscar, La insigne chimenea, Piano en pájaro o Concierto triste para trío y coro. Varias de sus novelas han sido premiadas. Cuando te dan un premio puede ser casualidad; cuando te dan varios es que lo mismo sabes lo que haces. Y por último mencionaré que es miembro del Institutum Pataphisicum Granatensis y de la Academia de Buenas Letras de Granada. Porque si sigo no terminamos hoy.

Logotipo de Editorial Nazarí

Tengo que dar las gracias a Miguel no solo por elegir Editorial Nazarí y confiar en mi trabajo para publicar su último libro, sino por las facilidades que da al editor cuando se le pide que aquí hay que remangarse y dar el callo. Porque como es común, el editor ve el texto y da su opinión y consejo, pero el dueño de ese texto es el autor y si hay que hacer cambios sustanciales más allá de las correcciones, esos cambios debe hacerlos el autor. Y en el caso de este libro os aseguro que Miguel se pegó un currazo al escribirlo y otro al revisarlo, pues se eliminaron más de 1400 comillas de narración en estilo directo. Parido el libro, ahora queda en anécdota, el sufrimiento se lleva por dentro.

Sobre la historia os hablarán Marina y Miguel y si algo falta, en el turno de preguntas vuelvo a intervenir. Sí que quiero dejar una pregunta en el aire para que cuando Miguel intervenga la desarrolle si así lo quiere.

Quienes conocéis a Miguel sabéis que es un guasón y que cuando escribe también le gusta divertirse. En este libro no podía ser menos, pese a lo luctuoso y cruento que resulta una guerra civil. Él se divierte con la escritura, no con lo que sucede a los personajes, y lo hace con juegos narrativos. Os vais a encontrar un libro escrito en pasado en tercera persona con narrador omnisciente que todo lo sabe, pero en la primera parte, no os voy a decir cuándo ni de qué se trata, para que os sorprenda y lo disfrutéis, os encontraréis con una escena narrada en presente, donde Miguel acerca el tiempo de una forma magistral para que percibamos lo que viven los protagonistas. Más adelante Miguel recurre al engaño, nos cambia de narrador y usa a uno de los protagonistas como narrador testigo, que en este caso no lo sabe todo, pero sí muchas cosas. Y hace un tercer juego, que nos os voy a desvelar y que os sorprenderá.

Cedo la palabra a Marina y Miguel reiterando mis agradecimientos. Os recuerdo, sin ser pesado, que leáis mucho, que compréis libros y que si podéis, compréis este libro, que así podremos publicar más como este.

Gracias, Miguel, por elegir Editorial Nazarí, espero que quienes se acerquen a las páginas de este libro disfruten tanto como tú escribiéndolo y yo editándolo.

Muchas gracias.

Tras estas palabras, hice un pequeño encomio de la tarea de este insigne editor, tan cuidadoso en continente y contenido. Afirmé haber leído una novela de la premio Nobel Nadine Gordimer y haberme encontrado gazapos en la edición española de una gran editorial. Cosa que no ocurre, ni puede ocurrir en Nazarí, y no es solo a causa de mi trabajo, sino sobre todo al de Alejandro, cuidadosísimo con esos detalles y digno sucesor en calidad de otro editori grande, aunque pequeño en tamaño, granadino: Ángel Moyano de ed. Port Royal, ya jubilado.

Transcribo aquí aproximadamente la presentación que la poeta chilena, residente en Granada, Marina Tapia, me hizo de esta novela. Digo transcripción aproximada porque, como se podrá ver, además de una presentación en puridad, la cosa transcurrió con una serie de preguntas que respondí como Dios me dio a entender, y no hubo grabación, de modo que lo que aquí reflejo es casi, sólo casi aquello de lo que se habló.

Presentación de Marina Tapia:

Nunca había tenido la oportunidad de leer una novela donde el elemento social estuviera tan presente, en la que las fuerzas políticas −con todos sus matices y contradicciones− fueran realmente los personajes. Ellas son las que hablan a través de adeptos y advenedizos, las que se despliegan por el mapa, las que mueren y luego se reencarnan en nuevas voces que repiten un discurso viejo, las que modelan facetas que parecen nuevas pero que vienen de los mismos moldes, son ellas las que siguen moviendo −hasta el final− los impulsos y los deseos de estas generaciones marcadas por su trágico sello.

               Miguel Arnas logra apasionar al lector con las contiendas privadas y las públicas, con el patio interior de lo íntimo y con la fachada de lo colectivo; hace que enferme de una deliciosa angustia que lo mantiene en vilo, casi exhausto, suplicando un final y, a la vez, deseando que no se rompa esa burbuja que el narrador ha creado.

               Héroes que bajan del pedestal y vuelven a subir, antihéroes que viven a través de otros, personas alimentadas por la venganza, el pícaro luchando contra el inquisidor, arquetipos y proyectos de hombres asesinados antes de tiempo, muertos que siguen vivos para narrar su visión de la contienda.  Y en medio de toda esta inquietud: el humor, la picardía de los diálogos, el desparpajo de los viejos que siguen visitando el cabaré, la guerra y la posguerra acompasada con el punteo de zarzuelas, habaneras y coplas. Miguel nos recuerda que “ningún fanático tiene sentido del humor”, por eso, en los momentos en los que el mundo se desmorona, es la jocosidad y el ingenio de los pobres y miserables los que lo salvan.  Mientras leía este libro apasionante, por momentos me imaginaba que era el mismísimo Sancho Panza el que me contaba la historia, salpicándola con dichos y refranes, como cuando dice (por escoger un ejemplo entre mil) que la república debía hacerse “a paso de burra preñada”. Todo este abanico de saberes populares tan bien traídos y presentados al lector dan agilidad a la obra, la hacen tan viva y colorida como un tapiz de Goya.

               Después de leer este libro, uno se lamenta de la ausencia −en la actualidad− de esas conversaciones y debates proyectando un mundo más equitativo, de ese comprometerse hasta el punto de arriesgarlo todo y perder la vida, de ese cuestionamiento incómodo del tejido social, cuando el consumismo, la poltronería y la falta de convicciones aún no habían borrado esa ética humanista, cuando las sociedades no eran bipartidistas, mediatizadas y fácilmente manejables.  Aunque Miguel, con su experiencia y buen criterio, nos advierte a través de Celedonio lo siguiente: “Mantente alejado de toda esa gente con ideas (…) los españoles vivimos, no teorizamos; pero por eso precisamente, cuando pillamos alguna idea nos aferramos a ella creyéndola la solución a todos nuestros pesares, nuestra pobreza, nuestro estoicismo”.

Ametralladora Hotchkiss, de tanta importancia en la segunda parte de esta novela

               Os aseguro que con esta novela os ocurrirá como a mí, que os identificareis muy fácilmente con su protagonista. Observad la exquisita trampa del autor en la que he caído: yo, extranjera como Roque Sanramón, charnego y chilena, mirándonos entre la frontera de las páginas, expuestos casi siempre al factor suerte, a la deriva, a tomar decisiones vitales en poco tiempo, casi por tanteo, más que por convicción. Personajes marcados por las circunstancias, como cada uno de los aquí descritos, como cada uno de los que estamos aquí presentes.

               Dejémonos llevar hacia esta dramática etapa de nuestra historia de la mano de  “Tiroalplato”, de Paulina, de Pili Pilón,  del carbonero bibliófilo, de Lorenzo, de los gemelos Ulises y Hércules, de Clot y Elisenda, de  Agustín “el Largo” o de monsieur Claude. Con la guía de este autor que se arriesga cambiando la voz del narrador, que describe de forma emotiva y magistral la llegada de refugiados a las playas de Saint Cyprien. Estaréis ya para siempre traspasados por el tiro certero de su Mauser, por ese estilo único que se empapa de lo histórico y veraz, para transformarlo en literatura atmosférica, capaz de quedarse prendida con fuerza en las nubes de nuestro pensamiento.

Preguntas

Miguel, ¿de dónde salió la idea de esta novela?

Hará unos 20 años me vi en la imprescindible necesidad de internar a mis padres en una Residencia de Ancianos en Santa Fe, Granada. Allí fue donde se me ocurrió la idea de mezclar en una misma obra algunos recuerdos de mi padre, inventándome un personaje que le siguiera en algunas cosas su peripecia, además de aludir a una Residencia de la Tercera Edad en un pueblo catalán inventado, obra arquitectónica de un afamado artista, con una chimenea que debería representar el orgullo creador de Cataluña. Me percaté de que estaba creando un monstruo complejo y de demasiadas páginas, de modo que separé ambas ideas. De lo segundo nació La insigne chimenea, la novela por la que me fue concedido el Premio Francisco Umbral de Majadahonda en 2010. De lo primero, esa historia de un emigrante aragonés en Barcelona, nació esta que aquí se presenta. Mi padre nació ya en Barcelona y nada tuvo que ver con epopeyas de la CNT, de modo que mi personaje Roque Sanramón Val es totalmente inventado, sólo que algunas de las aventuras que le sucedieron se las he adjudicado a él. La memoria, diferente de la Historia, queda así resguardada, documentada en algo que en esencia es falso: la novela. Debo decir también, para divertimento del personal, que el apellido Sanramón, leído del revés, sonará Nom/arnas, y nom es la palabra francesa para decir apellido.

¿Y ese título extraño?

¿Qué parte es histórica?, porque no se puede dudar que también es novela histórica.

Portada de la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry

La frase viene de la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, que conoció a su primera esposa, casualmente y de tropezón, en Granada. Es novela que siempre me ha emocionado pues la considero una de las mejores del siglo XX, rico en ellas. Es título largo pero explicativo: Roque Sanramón es persona que solo quiere vivir en paz, que lo dejen trabajar, vivir dignamente, tener una familia y morir en su cama rodeado de los suyos; lo social lo inquieta pero no lo obsesiona, pertenece a esa tercera España que no se quería pelear, que no era fascista ni “roja”, que se ve envuelto en la vorágine sin comerlo ni beberlo, casi, sólo por fidelidad a la familia en la que se integra al llegar a Barcelona, y por cariño a su amigo Lorenzo, cuñado y casi hermano, por rabia contra aquellos que lo matan siendo un hombre bueno y cabal. Las ideas, o mejor dicho las ideologías, son a veces nefastas y se ha demostrado en el siglo XX, en eso tan aciago; y entiendo por ideologías tanto las políticas como las religiosas, tanto monta. Chicho Sánchez Ferlosio dijo, parafraseando a Jesucristo, “las ideas son para los hombres, y no los hombres para las ideas”. Lo malo es que cuando alguien trinca una idea, parece que todo va a girar en torno a ella, por eso las ideas, o las ideologías, acaban esclavizando a los hombres.

¿Es novela de un solo protagonista, es novela coral?, explica un poquito eso.

Es novela de un solo protagonista, pero digamos que los secundarios son importantísimos. En algunos casos solo doy pinceladas de ellos, pero en otros profundizo: Lorenzo, Paulina, hermana de este y esposa de Roque, Celedonio Gil, teniente de ametralladoras y por mal nombre don Gil de Alcalá, Agustín el Largo son los 4 más importantes. A mí, que tanto me apasiona la música y su aplicación en la literatura, me gusta decir que esta novela mía es un oratorio o una cantata para 5 solistas y coro. También me gusta destacar que es homenaje a la zarzuela, el género teatral cantado español, y a la música popular.

 Ya he dicho que la memoria es personal, mientras la Historia es lo documentado, lo que aparece en los rigurosos libros y manuales de historia. Aquí mezclo ambas. La memoria, por ejemplo, viene de esas anécdotas paternas. Hay un caso que escenifico y que es memoria e historia a la vez: por un trabajo que debí hacer en el año 75 me entrevisté con un militante anarquista que en los hechos de mayo del 37 había estado como servidor de un cañón, requisado en un taller de reparación, y que se implantó en el barcelonés puente de Marina, apuntando al cuartel de Atarazanas, entonces de Voroshílov, ocupado por las fuerzas comunistas y de ERC. El cañón no llegó a ser disparado porque se dieron cuenta del peligro de errar y destrozar edificios habitados, además del riesgo de que él mismo explotara por estar en compostura. Sitúo a Roque llamando a la razón a estos servidores. No he visto el episodio en ningún libro de Historia, pero me fue narrado por alguien que estuvo allí, presente, y lo vio. El peligro en el 36 no era el comunismo, pues, y son datos fehacientes, el 18 de julio contaba con 15000 militantes tan sólo. Quizá el Partido Animalista tenga hoy más. Fue el 19 cuando Santiago Carrillo con las Juventudes Socialistas (llamadas las Jesú) se pasó en bloque al PC. El peligro estuvo en las prisas que les entraron a unos y otros por hacer la revolución. A unos por hacerla anarquista o comunista (socialista se decía entonces: a fin de cuentas, Largo Caballero era del PSOE) y a otros por hacer la revolución conservadora, religiosa y falangista. Todo revolucionario quiere ver el producto de su actividad en vida, y eso siempre es un error. Franco fue un revolucionario, nos guste o no, pues a fin de cuentas, la revolución es todo cambio brusco, no paulatino. Estamos acostumbrados a atribuir la palabra revolución a las izquierdas, pero no es así: revolución es cambio brusco.

No he tratado de hacer novela de buenos y malos. Entre la gente republicana representada hay una buena cantidad de buenas personas, pero también están El Serra y Oliarte; el primero es un chaval sádico, apuntado a las Patrullas de Control que vigilaban las entradas y salidas de las ciudades, así como sus aledaños para evitar huidas de burgueses, contrabando, quintacoluminstas, etc., y asqueado por su violencia, Roque le pega un tiro; Oliarte es un Comisario Político prosoviético que tiene bajo su ojo severo a la sección de ametralladoras de Celedonio Gil por ser más o menos de origen anarquista, y por supuesto, no los deja vivir. Entre los rebeldes, antes o después, está Amador Ureña, señorito sádico, falangista amante, no de la idea, sino del uniforme y de tener poderío sobre las putas, en tanto Martín Toral, ex cenetista reconvertido en falangista (hubo algunos: los amenazaron, dándoles la alternativa de ayudar a la organización del sindicato vertical o ser fusilados) es una buena persona que se acerca a Paulina, cuyo marido Roque, ha tenido que pasar a Francia, para ayudarla en la Barcelona hambrienta de finales del año 39, principios del 40.

Proclamación de la II República o la «alegría del 14 de abril»

Para aclarar, debo decir  que Roque llega a Barcelona en el año 29, vive la obra de la Exposición Universal, colabora con CNT trabajando en una imprenta donde se estampa todo el material de publicidad anarquista, conoce por casualidad en ella a la familia Mena, se emparenta con ella, vive la República, se mete en la guerra por los motivos antedichos, se ve obligado a pasar a Francia donde finalmente recibe a su esposa Paulina que se ha visto obligada a dejar a sus hijos gemelos en Barcelona, asediada, en cierta forma, por ese Martín Toral, y ya por último, Roque se integra en la banda del Oli, una de tantos grupos de maquis que operaron tanto al final como después de la 2ª Guerra Mundial entre Francia y España.

De hecho, la primera parte, Paz, abarca la mitad del texto, en tanto las otras dos, Guerra y Muerte, corresponden cada una a la cuarta parte de la paginación.

En la novela hay varias historias de amor, aunque una es la principal, la del protagonista, Roque Sanramón y su esposa Paulina. Pero también hay grandísimas historias de amistad. Háblanos de ellas.

El amor, en la novela es importante, pero me parece, o al menos así lo he intentado, es mucho más importante la amistad. Roque Sanramón no está propiamente enamorado de Paulina: la quiere y la convierte en su esposa, en la persona con quien desearía envejecer, en cuyos brazos querría morir ya viejo. A él le gusta la Llúcia, una prostituta a quien conoce nada más llegar a Barcelona, pero eso, claro, es imposible. Ahí distingo entre el amor pasión y la “costumbre”, como la llamaba Unamuno, para quien esto último era mucho más humano, grato y productivo. Lo de veras grande en mi novela, ya he dicho, es la amistad: las de Roque por Lorenzo, luego por su teniente, Celedonio Gil o don Gil de Alcalá (el mote se le pone por su afición al vinillo de Jerez, aludiendo a cierto brindis famoso de la zarzuela del mismo nombre, y por el azar de que Celedonio nació en Alcalá de Henares, hijo de un guardia civil que está en la retaguardia del Ejército Nacional rebelde). Y posteriormente por Agustín Peregrina el Largo, granadino pícaro cuya única obsesión es recuperar el producto de sus robos y comisiones acumulados durante su trabajo como carabinero durante la República. Ni Celedonio ni Agustín tienen amores, sus preocupaciones o empeños, son otros.

¿Cuánto tiene de comedia, de drama, de tragedia?

Toda esa larga primera parte tiene mucho de tragicomedia, y más de comedia que de tragedia, sólo un poquito de drama. En realidad, esa mitad es una zarzuela, no es sólo un homenaje sino propiamente, una zarzuela. Son las otras dos partes donde se da el drama y la tragedia.

La ironía, el humor, siempre son ingredientes de tu narrativa.

Siempre. Se me ha acusado de socarronería. Es cierto. Lorenzo Mena, anarcosindicalista moderado a veces, aunque en otras se decanta más hacia la radicalidad, les pide a los dirigentes anarquistas que para toda esa labor social vayan “a paso de burra preñada”, es decir poquito a poco, con tiento. Al poder, aunque éste lo repudie de boquilla, le sienta fatal la risa, la ironía. A esos que con mucha energía pregonan a quienes quieran oírlos, que ellos jamás transigirán con, pasarán por, los llama los “yojamás”. Respecto a las prisas revolucionarias, es evidente que esa chanza solo va con los dirigentes. A quienes están o estaban pasando hambre, miseria, necesidad, no se les podía decir tal pues lo que precisaban era solucionar ya su hambre, su miseria, su necesidad. Ocurre eso sí, que tanto entonces como ahora éstos se dejan llevar, y es lógico, por sus dirigentes, y son éstos quienes llevan a la ruina a las gentes, por estupidez, prisa, incomprensión de la sociedad, incompetencia.

La muerte de Lorenzo, la actitud de la madre y la de Roque ante él, recuerdan a la muerte de Cristo. ¿Fue intencionado? ¿Has querido hacer algún tipo de parangón, de evocación del sufrimiento humano?

Cuando escribí esa escena, con esa recogida del cadáver por parte de Roque, el transporte en la carretilla entre los tiros de aquel 19 de julio de 1936, que fue cuando la intentona golpista fracasó, pero a costa de muchos muertos de uno y otro bando, la subida con él a cuestas por la escalera de la casa donde vive la madre y ellos mismos, cuando la escribí, digo, no fui consciente. Luego sí me percaté de que había hecho algo recordatorio de la muerte de Cristo, de cualquier muerte violenta por guerra o ejecución. Con todo el profundo respeto, no solo por la religión cristiana, sino por cualquier religión, nunca he entendido cómo puede ser que una fe fundada por alguien que fue condenado a muerte ha podido mantener y defender esa pena durante siglos, por suerte, ya desaparecida, por supuesto, cómo ha podido defender la muerte violenta en guerras. Es tiempo pasado: la razón ha reconvertido a algunas religiones en pacifistas. Menos mal.

Hay momentos francamente llorosos. ¿Has pretendido hacer una prosa sentimental?

Ha sido inevitable. El sentimiento está ahí.

Pero al mismo tiempo, el sentido del humor, la sonrisa, la risa y hasta la carcajada, la ironía o el sarcasmo, están presentes de continuo. Aquí hay dos personas responsables de la ironía: Lorenzo Mena y Agustín el Largo.

Ya he hablado del papel del humor en mi obra. Tragedia más tiempo, igual a comedia, dijo Woody Allen, y tiene razón. No es que hoy podamos reírnos de la Guerra Civil o de aquellos tiempos, pero no debemos olvidar que hay estudiantes de ESO que sitúan a Franco en el siglo XV.

Debiste de documentarte bastante, ¿no?

Sí, claro. Hay un montón de manuales históricos sobre la Guerra Civil. Compré un libro con la biografía de los hermanos Sabaté, maquis que actuaron como mi personaje el Oli, a finales de la 2ª Guerra Mundial y recién acabada ésta. Muchas de las cosas, también es cierto, pueden encontrarse en internet. Y la memoria, es decir, ese conjunto de recuerdos orales de mi padre.

¿No crees que pueda ser malo regodearse en el pasado?, ¿o crees que es necesario?

Ni olvidar ni estar continuamente evocando. Hoy se habla de Memoria Histórica y eso, como ya he dicho, es un oxímoron: si es memoria es personal, si es Historia es de documentos. Por otra parte, hay que estudiar Historia, así, con mayúsculas, aunque solo sea por la vieja frase de quien no recuerda su historia está condenándose a repetirla.

Tras la presentación, con Rosa y Ángel Olgoso, compañero del alma de Marina Tapia y excelente narrador.

Utilizas palabras o frases catalanas, que traduces, pues a fin de cuentas buena parte de la historia transcurre en Barcelona. También palabras del dialecto aragonés por la procedencia de los protagonistas, y hasta en francés o patois. ¿Qué importancia tiene para ti el lenguaje?

El lenguaje es vital para mí en la literatura. Es la diferencia entre lo vulgar, lo cotidiano, y lo artístico, creo yo. El pintor no utiliza un amarillo cualquiera, sino ESE amarillo. El escritor no usa una palabra cualquiera, una frase mal pergeñada, una escena mal calculada: modifica la realidad para que ésta sea artística. Traduzco esas frases que pongo en catalán, en dialecto aragonés o en francés. Barcelona siempre fue tierra de aluvión, mestiza. Y sigue siéndolo. Hay barrios, como el Raval, donde se escucha más urdu que catalán o español. Eso es lo que hay. La emigración tuvo en Barcelona gran importancia, no solo en los años 60 del pasado siglo, sino durante todo él. La palabra charnego se aplicó a los hijos de catalana y francés durante la guerra de Independencia. Se retomó para aplicarla despreciativamente a aquellos murcianos, sobre todo, que llegaron en el año 29 a trabajar en la obra de la Exposición Universal por un plante de los obreros catalanes. Siempre es lo mismo. El emigrante llega a un lugar para buscarse la vida y es despreciado por los originarios. Como decía Juan Goytisolo, los españoles que fuimos a parar a Europa para trabajar en los años 60 y 70, “éramos muy ruidosos, nuestra cocina apestaba y teníamos demasiados hijos”. Sigue siendo así, pero no nos preocupa que la pirámide poblacional se invierta porque nosotros no nos ponemos a tener hijos, y a esos emigrantes, que sí los tienen, los despreciamos, cuando los necesitamos como agua de mayo.

España es nación con cuatro idiomas (¡qué riqueza!) y un montón de dialectos o de diferentes evoluciones de la lengua española, aunque disfrutamos de una lingua franca, ésta, el español. No hay sino leerse manuales de Historia de la Lengua para aceptar esto.

Al final revelas algo trascendente: quién está contando la historia. Pero la historia la cuenta un muerto, de modo que eso también es falso.

Portada de mi novela La insigne chimenea

Para mí, en narrativa, hay una cuestión misteriosa: ¿quién narra? Durante todo el siglo XIX, el narrador fue omnisciente, alguien que todo lo sabía, el dominador del cuento. El siglo XX utilizó la primera persona (ya se había hecho), donde el narrador sabe lo que sabe, nada más, usó la segunda persona (Juan Goytisolo, por ejemplo), e incluso pronombres plurales. Hay un hecho indudable: el narrador es el autor, por supuesto, pero éste se disfraza, toma individualidades diferentes, incluso colectivas, como ya he dicho. Esta ofuscación aparece en varias de mis novelas y aquí, en ésta, que es muy lineal, muy narrativa, sin incursiones ni mezclas, no podía ser menos. El narrador es Agustín el Largo, y eso se revela en la tercera parte, que ya está muerto cuando cuenta todo esto. Él me lo dicta, y no no soy sino un pánfilo creído de estar escribiendo una novela cuando no hago más que actuar al dictado. También lo convertí en narrador en La insigne chimenea, donde era especie de libélula o mosca cojonera, siempre dispuesto a proteger a Ulises Sanramón, hijo de Roque y Paulina. Es un juego, y la literatura, desde Scherezade, es un juego donde uno se juega la vida.

En ese final enlazas con tu premiada novela La insigne chimenea. Es un truco extraño, una autocita.

En efecto, esos personajes que aquí aparecen, y no solo Agustín el Largo, aparecieron allí: la Pili Pilón, o doña Pilar Cartones, Rafael, el cabo de la Guardia Civil que vence y mata a toda la partida del Oli, el mismo Ulises. Como ya he dicho, es que estas dos novelas nacieron dicigóticas. Esa novela premiada, La insigne chimenea, aún se puede encontrar en internet. A quien le llame la atención, que la lea.

En las últimas páginas citas una frase enigmática: “alegrarse señores, que todo es un cuento, y nada es verdad”, y lo haces dos veces. ¿De dónde procede esa frase y qué intención tiene?

La frase pertenece al libreto de una zarzuela, La Dogaresa. Es de un cuento y tarantela que canta Miccone, el bufón del Dux de Venecia. Este Dux quiere beneficiarse a Marietta, pero ella está enamorada de Paolo. Para quitárselo de encima, el Dux lo condena a muerte, y Miccone canta esa tarantela en la cual cuenta la historia de un señor feudal cuya amante huye con “gentil zagal”; los persigue, los alcanza y los mata a ambos. Es una denuncia encubierta de la maldad del Dux, apuntando a su tiranía. Al final de esta tarantela el bufón suelta esa frase, para quitarle hierro al asunto, para que no sea tan aparente la denuncia. Todo es un cuento y nada es verdad: esa es la razón de ser de la literatura que siempre miente. Lo dijo Fernando Pessoa, el vate portugués: el poeta siempre miente. Por eso las guerras son atractivas, divertidas, por supuesto en la ficción, sea ésta novela, cine, serie de televisión, juego de ordenador: porque son falsas; cuando son de verdad, como hoy está sucediendo en Ucrania, Sudán o Israel, no le hacen ni pizca de gracia a sus víctimas, a quienes las padecen.

Alejandro Santiago, el editor, preguntó tras esta extraordinaria serie tan aclaradora, por el significado de la portada, y aclaré que la señora que se ve en primer plano es mi madre conmigo de su mano, pues soy el niño que está a la derecha del espectador. El otro niño fue duplicado de mi imagen por la diseñadora, cosa necesario por cuanto Paulina, en la novela, tiene dos hijos gemelos (nunca sabré si soy Ulises el bondadoso y tranquilo o Hércules, el violento y mala saña; acaso tenga, como mucha gente, cosas de ambos), y cosa bonita por su habilidad. Sobre esa fotografía hay lo que parece una manifestación, pero en realidad es la foto antigua de un entierro, del que también la diseñadora tapó el ataúd. El muchacho semitumbado aparece en una foto antigua que tenía mi padre, como todas ellas usadas para esta combinación de imágenes, y no sé quién es: da la sensación de una sociedad deportiva, cultural, como fue realmente la II República, o al menos quiso serlo. Debajo, está el trenecito colgante del Parque de Atracciones del Tibidabo barcelonés, y en él aparecen tres primos míos, a quienes pedí permiso para figurar y detrás está mi padre. Los aviones hacen alusión a la habilidad de Roque Sanramón, alias el Tiroalplato, de derribarlos en vuelo con su ametralladora semiligera Hotchkiss, y los soldados a lo evidente. Felicité a la diseñadora por su arte.

Hubo una pregunta entre el público. La formuló José Luis Gärtner y fue la siguiente:

En las contraportadas de tus libros, casi siempre aparece el final de la historia, desvelas ese final como si no te importara. ¿Cómo es eso?

Para mí, la novela es como el viaje a Itaca: lo importante es el transcurso. Incluso la trama tiene poca trascendencia. Lo interesante de veras es cómo se llega a ese final, no el final en sí. En Buscar o no buscar ya anticipaba yo que el protagonista se libra de los dos que van a matarlo. Lo seductor no es si se libra o no, sino cómo lo hace.

Acerca de elarboldearnas

Escritor y, sobre todo, novelista.
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Una respuesta a Presentación de mi novela Lejos de toda esa gente con ideas

  1. Esther dijo:

    Enhorabuena, Miguel, una presentación, por lo que cuentas, estupenda. Si ya había ganas de leer la novela pues ahora mucho más.
    Un abrazo

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