Escribí hace tiempo, y continúo añadiendo de vez en cuando algún microrrelato, una serie de ellos en los que contraponía a dos personajes (a veces más) llamados A y B. El truco o la traba, a imitación del OuLiPo francés, era lingüísticamente impedir que nadie coligiera si A era hombre y B mujer o viceversa, es decir evitar con los medios que concede el lenguaje que se dedujera género de los personajes. El que acabo de añadir incluye a un personaje que no es ni hombre ni mujer sino todo lo contrario. Y el final, ya lo veréis, es de puñetazo.
A, cuando la fatiga le oprimía, pedía a B: te lo ruego a Ti, por favor, llévame a las Bahamas. Pero B tenía serias dificultades de oído. No oía la súplica de A. Al fin creyó comprender, pero en lugar de escuchar las Bahamas, fue las Va a más lo que sus oídos transmitieron a su insigne cerebro. Y envió a A, con cierta extrañeza ante la petición, un cáncer cada vez más doloroso.
Yo creo que «A» tiene que ser dios, sino no hay dios que lo entienda, ¡rediós»
¡Es usted un esteta! (Y no me salga recortando las dos últimas sílabas, que me lo coñozco)
Pepeluí, sigo creyendo que es mejor ser un esteta que un estonto. Ahora bien, las dos últimas sílabas dan para mucho… alimento.
Muy gracioso e ingenioso tu relato, Miguel Sarna, perdón Arnas, jeje, hay muchas letras «B» en la política ¿no?, de esos que oyen lo que quieren oír. En fin, que me ha gustado mucho.
Un abrazote, amigo
De hecho, Marina, fíjate, tengo un personaje que se llama Roque Sanramón, y Sanramón es nom arnas al revés, y ya sabes que nom es en francés apellido. Un besote y gracias por tu comentario.